NAVIDAD EN CASA DE PAPÁ
Por Alejandro Ruiz Papá siempre amó la Navidad. El recuerdo más antiguo que conservo de él se remonta a una fría mañana de Nochebuena cuando yo tenía cuatro años. El olor a musgo y corcho, las velas consumiendo los días hasta la gran fiesta, la estufa apurando el carbón de la semana, papá encorvado sobre la mesa del salón montando un belén enorme en un ritual casi sagrado. Todo era poco para él. Las dos semanas previas las pasaba instalando un inmenso árbol, colgándole todo tipo de adornos que o bien compraba o bien hacía él mismo cuando yo y mis hermanas nos habíamos acostado. El cálido ambiente navideño lo invadía todo conforme se acercaba la fecha anhelada. Mamá miraba para otro lado pero el abuelo, el suegro de papá, siempre lo llevó fatal. A nosotras, en cambio, nos encantaban aquellas fechas. Nuestras amigas no solían tener árboles de Navidad por lo que hacían lo posible para venir a jugar o estudiar a casa en aquellos días. Conforme me hacía mayor fui entendiendo a